Desde el principio de los tiempos en que existimos, y que se me corrija si me equivoco, el ser humano guía su andar por el mundo intentando satisfacer las necesidades que tiene. En orden de prioridad, las que tenía en un principio (esas que eran naturales y legítimas) y, posteriormente, aquellas que se inventó para poder seguir andando. Una vez que se cubrieron todas esas necesidades verdaderas, nos seguimos quebrando la cabeza para sacar, como de una chistera improvisada, nuevas necesidades, irreales, ficticias, artificiales, a las que terminamos por dar una importancia igual que a las primeras, saltándonos, de paso, ese orden de prioridades.
Ahora que no sabemos qué inventar, ahora que lo tenemos todo o casi todo… no sabemos ni a dónde vamos, no sabemos por dónde continuar andando, no sabemos qué más contaminar, qué bosque cortar, qué más se puede fabricar en serie.
Alguien desató a la locura y ahora campa a sus anchas por la Tierra. Ella está suelta, viva y muy presente en esta humanidad que no para de inventar y producir masivamente cosas absurdas y superfluas. Al único sitio al que nos dirigimos es al precipicio medioambiental, económico, político y social más grande que nunca se ha conocido. Y espero estar bien muerto cuando llegue ese día. Aunque a este paso, probablemente me coja en la cola del paro.
Salud.

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