domingo, 25 de septiembre de 2011

El robo.

Para robo el que me hicieron a mí. No sé ni cómo, pero ocurrió. Ella se fue, y de paso se llevó mi cordura. Ahora me quedan un par de relojes que casi no uso, un cactus que se muere no sé si por poca agua o por demasiada agua (yo a estas putas plantas nunca las he entendido, joder), llaves de candados que ya no existen y muchísimos aparatos: aparatos inservibles que se pasan el día haciendo ruidos incomprensibles y estridentes, y que se podrían haber ido antes que ella, a la que echo bastante de menos.

Y con ella me refiero a mi cordura. La otra está bien donde quiera que esté. No me acabo de acostumbrar a que me roben.


sábado, 3 de septiembre de 2011

K.

Igual ya es hora.

Igual ya es hora de dejar de soñar, de dejar los ideales a un lado y someterme al poder de lo productivo.

Igual ya es hora de dejar de pensar, de leer y criticar y someterme a los folletines diarios que narcotizan a mis compañeros.

Igual ya es hora de dejar de perder el tiempo en mujeres y someterme al poder de una sola.

Igual ya es hora de dejar de escribir y decir tonterías y someterme a los vaivenes de la cerveza.