viernes, 1 de marzo de 2013

Pues yo si fuera Dios...


...de verdad que no sabría a quién coño rezarle. Y da la casualidad de que verdaderamente no soy Dios, aunque desde la legitimidad que ampara al bicho que añora ser otra cosa que no es, coqueteo con esta pueril y presuntuosa idea que sólo me trae disyuntivas magníficas, como por ejemplo ésta, en la que, directamente y sin titubeos, me coloco una toga impoluta de mi talla para ocupar por unos momentos el proverbial trono de Nuestro Señor –al que, por cierto, mando un saludo sinceramente afectuoso desde ésta, mi silla de plástico que imita mimbre en un conato sólo estético de regreso a los orígenes–.

Es sorprendente, por tanto, el poco esfuerzo que requiere el subir a las nubes, al sol, al kebab abierto más cercano, o a donde esté metido Dios por unos segundos y dejarse llevar por la confortabilidad de su omnipotencia y su divino saber hacer.

Pero no ocurre igual al obligatoriamente marearnos con sus problemáticas, celestes y también mundanas, tal como la de hoy, pero todas ellas causantes de aquel vacío de no saber, de no entender –queramos o no– verdaderamente qué haríamos si estuviésemos en su bien cuidado pellejo.

Hoy, por lo menos, he venido correctamente vestido y debidamente aseado a este encuentro tan distinguido y singular. Pero en lugar de embriagarme de todo poderlo, sólo he llegado a sentir el vértigo de verlo todo desde unas alturas que no me corresponden… y después me inflé de responsabilidad y estallé al instante, desechando toda oportunidad de, por fin, resolver estos problemas del mundo que sólo Dios puede solucionar.

Pensé, puede que de forma equívoca, que debe ser duro ser Dios en estos días. Y desesperar como el padre que se pega contra las paredes por no pegarle a su maleducado primogénito. Y no saber a quién rezarle. Y llorar de la rabia.

Entonces sólo he podido recapacitar y ponerme de su parte. Me pongo de su parte aunque sólo pueda verle la cara sólo algunos días, tras de algunas nubes, en el sonar de algunas melodías, dentro de algunos ojos. Me pongo de su parte aunque sea un Dios discreto. Pues no olviden ustedes que estar en el equipo de Dios, y digo ya fuera de la parroquia de turno, es de ganadores.

Pues sí. Debe ser duro ser Dios en estos días. Y no saber ya cómo explicarnos las cosas. Y no tener, cuando llegue cansado al final del día, a quién coño rezarle.

Pero menos mal que no lo soy. Porque vaya pastel.


No hay comentarios:

Publicar un comentario